Subsidio al diésel, Marcha de Cuenca y Procesos Sociopolíticos en Ecuador: ¿qué le espera al país en los próximos días?
- Benito Bonilla
- 15 sept
- 4 Min. de lectura
Antes del anuncio de la eliminación del subsidio al diésel en Ecuador, la conversación nacional ya giraba en torno al impacto de la minería en el páramo del Cajas. Ese tema había logrado unir a sectores muy distintos alrededor de la defensa del agua, y generó incomodidad en el Gobierno. Voceros como Carolina Jaramillo, el propio presidente Noboa en Cuenca y la asambleísta oficialista, Camila León, no lograron articular una narrativa sólida y más bien intentaron trasladar la responsabilidad de una posible revocatoria de la licencia de Dundee Precious Metals hacia el alcalde Cristian Zamora y el prefecto Juan Lloret.
Con la eliminación del subsidio al diésel, el Gobierno no solo tomó una decisión económica —el déficit fiscal del país bordea los 5.600 millones de dólares, alrededor del 4,4% del PIB—, sino que también buscó distraer la atención. La apuesta fue mover la conversación de un tema moral y transversal (el agua) hacia uno sectorial y técnico (los subsidios).
La movilización convocada en Cuenca abre distintos escenarios: algunos con impacto inmediato en lo local, otros con alcance nacional.
Escenario 1: El subsidio eclipsa la marcha
La agenda se centra en economía, transporte y costo de vida. La movilización se ve como un tema local que pronto desaparece de la conversación nacional. Si esto ocurre, el Gobierno gana tiempo y evita enfrentar la narrativa moral del agua, aislando la protesta a Cuenca sin que logre extenderse a otros territorios.
Escenario 2: La marcha reinstala la narrativa del agua
El agua se convierte en el centro de la conversación y en un símbolo unificador. El subsidio queda relegado y el Gobierno se ve atrapado entre dos frentes: la crisis económica y la socioambiental. Cuenca se reafirma como epicentro político y simbólico nacional, y la discusión sobre el extractivismo vuelve a resonar en otros territorios.
Escenario 3: Convergencia de agendas (agua + subsidio)
La protesta conecta las preocupaciones ambientales con los malestares económicos. Transportistas, agricultores y sectores urbanos se suman y la movilización trasciende lo ambiental para proyectarse como una resistencia nacional al modelo de gobierno de Noboa. En el corto plazo, esto podría derivar en un frente social amplio con capacidad de presión y de incidencia en la agenda pública en lo que resta del año.
Escenario 4: Una marcha débil o fragmentada
La convocatoria no alcanza fuerza y termina dividida en distintas narrativas. En este caso, el Gobierno logra instalar su agenda económica, prolonga las negociaciones con los transportistas y desacredita la capacidad de movilización social. El discurso extractivista se diluye y las voces oficiales recuperan control del debate.
El efecto político y electoral
Más allá de cuál escenario se concrete, el impacto político es evidente. La movilización de Cuenca podría convertirse en un detonador del ciclo electoral que se viene: primero la consulta popular del 30 de noviembre y luego las elecciones seccionales de febrero de 2027.
El éxito de la marcha puede proyectar a figuras locales como Zamora o Lloret, y también ofrecer a Yaku Pérez la posibilidad de reposicionarse en la política nacional con su bandera histórica: la defensa del agua. A nivel nacional, una movilización fuerte debilitaría la imagen de Noboa en Cuenca y podría irradiarse hacia otros territorios con conflictos similares. Quito recuerda todavía la consulta del Chocó Andino, que sigue sin cumplirse, y el país acaba de marcar dos años desde el referéndum del Yasuní, cuyos resultados tampoco se han respetado plenamente. Todo esto puede complicar el panorama de la consulta de noviembre y restarle respaldo al Gobierno.
Variables críticas
En los medios de comunicación las imágenes de la marcha serán decisivas. Una cobertura amplia puede instalar el agua en el debate nacional; una cobertura fragmentada favorecerá al Gobierno.
La respuesta del estado, una represión en Cuenca sería un error estratégico con alto costo político, mientras que una gestión de diálogo podría contener tensiones.
Clima electoral: la movilización puede convertirse en el primer pulso preelectoral de 2027, definiendo liderazgos y consolidando al agua como bandera central de campaña.
En Cuenca, el agua dejó de ser solo un recurso para convertirse en un lenguaje común. Es un símbolo que atraviesa clases sociales, que disuelve disputas ideológicas y que logra articular a sectores que rara vez coinciden en una misma causa. Su fuerza no radica únicamente en la defensa del páramo o en la preservación de una cuenca hidrográfica, sino en la capacidad de transformarse en un principio moral que irradia hacia otros territorios.
Si la movilización logra instalar esa narrativa más allá de las calles de Cuenca, el agua puede convertirse en la columna vertebral de un nuevo ciclo político: un concepto que ordena identidades, redefine prioridades y recuerda al poder que hay causas que no se negocian. En un país marcado por crisis recurrentes, tal vez lo que emerja de esta marcha no sea solo un grito de protesta, sino la certeza de que el agua, más que un bien natural, es el espejo en el que Ecuador reconoce su identidad y mide la legitimidad de sus gobiernos.

